Las tonteras que me perturban

Hace algunos meses atrás escribí que me parecía aberrante la cárcel de máxima seguridad y que si no me aplicaba por sacar a mi cliente en poco tiempo, éste se volvería loco irreversiblemente por efecto del encierro de 22 horas, las cámaras y las visitas por locutorios. Afortunadamente, Juan logró salir en pocos meses y como las cosas suelen ser cíclicas nuevamente me veo en la obligación de volver al infierno por un complicado cliente que probablemente no podrá salir de ahí por muchísimo tiempo.

Estas letras solo tienen como objeto externalizar mi pena por el horroroso régimen penitenciario de este lugar de encierro que deja en evidencia la poca capacidad que tenemos los hombres como género, para ponernos en el lugar de otro porque claramente nadie fue capaz de pensar en lo vejatorio que resulta mantener a un ser humano aislado durante 22 horas sin posibilidad de interactuar siquiera con quien proporciona los alimentos que son entregados a través de un pequeño agujero en el que sólo cabe una bandeja plástica indecente. Todo lo anterior, parece mínimo si lo comparamos con la imposibilidad de TOCAR a los cercanos, porque las visitas por intermedio de un vidrio es el castigo más cruel que he conocido y muchas veces la típica imagen de las películas en que se ven dos manos unidas, pero a su vez separadas por un vidrio, mientras con la otra se mantiene el teléfono con que se comunican, me pareció un siutiquería mayor, sin embargo esa escenita cinematográfica, hoy la vi tres veces mientras esperaba a mi cliente al que atendí en una oficina llena de vidrios que estaba destinada a vigilar las visitas de los internos con sus familias.

En fin, tonteras que probablemente me preocupan sólo a mi, al igual que muchas otras cosas irrelevantes y que no merecen análisis ni sentimiento alguno, total se trata sólo de delincuentes y ellos no tienen derecho a nada, ni siquiera a piedad.