Vecinos invasores

Hoy, fui a la feria como todos los sábados. Definitivamente no hay nada que me guste más que ese carrete y por lo mismo invité a mi mamá para que conociera “mi” feria que yo califiqué como harto mejor que la de ella. Habiendo terminado con las compras fuimos a dejar la cosas para continuar con el odioso supermercado y al llegar, mi madre que no resiste las preferencias de mis vecinos, lanzó por enésima vez su típico: "Que atroz!!".
El asunto es que mis vecinos cubanos, justo los de al lado, pintaron su casa naranja chillón y pusieron en todas las ventanas y puertas protecciones estilo rococó blancas, desafiando el sobrio entorno y logrando de esta forma sentirse como en la mismísima Habana. Tengo que reconocer, que yo también casi me infarté cuando llegué y vi la casa pintada de fosforescente salmón; Tragué saliva, puse el freno de mano y me bajé del auto pidiéndole a Dios que fuera solo una prueba de color o una muy mala broma del destino porque como re-puta iba a tener tan mala suerte de venir a vivir a la cresta del mundo y justo tocarme un desquiciado que pintarrajeara la casa como si fuera de remoliendas. No salía de mi asombro cuando Ángel, así se llama el desquiciado, cordialmente me saludó y con una sonrisa pep, me dice : “Que tal mami!!!”, ahí quedé en doble shock, porque nadie puede saludar con un “mami” como si nada. Después de esta escenita, entré a mi recatado hogar y Rodrigo evidentemente más asumido que yo, intentó conformarme diciéndome que eran buenas personas, que no podíamos hacer nada y que a lo mejor en un tiempo más cambiaban el color de la pintura.
Han transcurrido tres meses y después de explicarle al maxy que vestirse con zapatos blancos y guayabera floripondia no significa ser “hueco”, todos en mi casa nos resignamos a los vecinos colorinches que finalmente resultaron ser para nuestro consuelo buenísimas personas y hemos logrado comunicarnos de lo más bien al punto que nos invitaron a su local nocturno bailable y de vuelta nosotros hicimos una comidita bien entretenida para agradecer la hospitalidad. Lo cierto, es que estamos tan asumidos con este asunto que ya no nos sorprende llegar por las tardes y verlos sentaditos afuera escuchando música salsa a todo volumen; Tampoco nos molesta que nos llamen “papi” y “mami”, incluso nos gusta porque es como amistoso, agradecemos que nos conviden frijoles y pizzas a lo cubano y hasta encontramos lindas las protecciones después de tanto pelarlas.
Ahora, todo ha cambiado y si bien reconozco que en algún minuto los odié por empañar mi felicidad y pensé en planificar un atendado en contra de la pintura de la casa, lo cierto es que en la actualidad me conformé plenamente y he pensado en que quizas ellos nos encuentren fomes y amargados por nuestra decoración, asi es que decidida a ponernos a su altura y llenar de luz nuestro hogar me he pasado el fin de semana buscando una palmera para lograr un toque caribeño y quien sabe si me animo a comprarle una guayabera a Rodrigo y me pongo a pintar la casa de lila.......eso, "papi", no estaría nada de mal.
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