Para no olvidar.

La pregunta es: ¿ Uno pone cara de estúpida cuando alguien del sexo opuesto le gusta o se vuelve tarada por el solo hecho de sentirse atraída??.

Me lo cuestiono porque hace unos días, Orieta, la fiscal más insoportable y maleducada que conozco, parpadeaba rápidito y sonreía melosamente ante cualquier comentario de otro fiscal, olvidando como por arte de magia su cara de poto amargada que tanto la caracteriza.

Siempre me ha llamado la atención lo ridicula que se puede poner una mujer cuando alguien le quita el sueño, es más me pregunto si cuando yo estuve en esa situación puse cara de estúpida y entre sumas y restas debo concluir que efectivamente pasé por aquel trance y por más que intento sacar de mi mente una serie de imágenes ñoñas que insisto en albergar en la sección “olvidar” de mi disco duro, no logró evadirlas más aún cuando la mayoría de ellas confirman lo patética que llegué a ser.

Lo razonado precedentemente me pone coloradita como un tomate y con algo de pudor me hace recordar algunas situaciones bastante engorrosas como por ejemplo la vergüenza que pasé cuando por estar conversando con el Toñito, una compañera paleta me subió la faldita dejando en evidencia mis calzoncitos cuenteados a todo el curso, también viene a mi memoria aquel verano del 90 en que me insolé hasta los sesos por pasar una tarde entera mirando al Camilo en la playa de Tongoy; Como olvidar la mensa ni que cistitis que me agarré por permanecer más de tres horas sentada en el pasto mojado en pleno invierno conversando con el lechuga y para el bronce queda aquella fiestecita en casa de la nacha en que por fresca le pegaron a mi patas negras y me finiquitaron como polola. Ahora, si de cara de estupida se trata no puedo olvidar aquella inolvidable ocasión en que por encontrarme cerca de la estufa mirando al Panchito, mi jumper se quemó casi por completo o aquella tan poco glamorosa sacada de cresta en el medio del patio del colegio originada en las miraditas que con el mismo chico compartiamos en secreto; Tampoco puedo olvidar esa puta vez en que todavía no logro entender como y porqué mi parte de arriba del bikini que era sin tirantes, “voló” literalmente por los aires como consecuencia de la rotura del broche y creo que dificilmente suprimiré de mi mente cuando un hipo insistente e inoportuno, no me dejó intercambiar palabra alguna con el negro, justo el día en que éste se había decidido a hablarme. En fin, una serie de situaciones bastante incómodas que confirmar lo vulnerable que una mujer puede llegar a ser y que hoy contra mi voluntad me atrevo a aceptar como propias porque por ridículas que sean, no soy de aquellas que reniega de su pasado y como diría la connotada filósofa y miembro honorable de la farándula chilensis, Quenita Larrain soy una convencida de que “Lo pasado, es pisado”, aunque este "pasado" me constituya en una perfecta estúpida.